Julián está absorto en la duda. No recuerda el momento en donde le preguntaron si quería vivir. Existir no estaba en sus planes. Si le hubiesen preguntado, se considera lo suficientemente inteligente para no venir al mundo ¿Para qué? La realidad está llena de tragos amargos.
Pero ahora se encuentra ahí, vivo, acostado sobre su cama. Él es una persona más en el mundo, libre y con una capacidad ilimitada para amar ¿Cuántas veces en la vida nos cuestionamos nuestra existencia?
Para contestar dicha cuestión es bueno voltear hacia atrás y mirar a nuestros padres. Ellos, en un acto de entrega para renovar sus votos matrimoniales, han permitido que surgiera una nueva vida, fruto de esa unión. Nuestra existencia es un regalo eterno, un don que se debe reconocer para fortalecer nuestra autoestima, saber que existimos es un claro reflejo de sabernos una idea latente del amor de nuestra familia.